Las semillas de calabaza son verdaderas joyas nutricionales cuyo sabor se puede adaptar a casi todos los gustos y paladares. Es bueno tostarlas o comprarlas directamente en un comercio, y luego consumir como a uno más le guste, solas, en yogur, sopas, ensaladas, en la elaboración de panes, galletas, etc.
Al igual que las semillas de girasol y la chía, las semillas de calabaza son una excelente fuente de omega 3 y omega 6, sustancias que ayudan regular el colesterol, disminuyen la artritis, previenen el cáncer de mama y aligeran los síntomas negativos del síndrome premenstrual.
Aportan gran cantidad de minerales. Una taza de estas semillas tiene el 16% del manganeso recomendado, 42% de magnesio, 44% de zinc y 12% de la dosis diaria recomendada de hierro. Esta concentración de minerales puede ayudar a prevenir Alzheimer, problemas cardiovasculares, diabetes, depresión y osteoporosis.
Como la quinoa, la semilla de calabaza es un macronutriente con gran cantidad de proteína vegetal. Se dice que dos puños de semillas tienen más proteína que un vaso de leche. (100 gramos de pepita aportan 30 g de proteína). Por si fuera poco, tienen la propiedad de proteger al hígado.
Son un remedio tradicional en todo el mundo. En la medicina china se utilizan para eliminar el exceso de mucosidad en el aparato respiratorio. Y en la medicina prehispánica las consumían para deshacerse de los parásitos intestinales. A partir de una variedad de calabaza austriaca de nombre estiria, se produce un aceite anitiinflamatorio que se obtiene de las semillas tostadas.
Lo que le da a las calabazas su color anaranjado o amarillo son los carotenoides y polifenoles, sustancias que tienen propiedades antioxidantes. Las semillas también tienen esas sustancias y en mucho mayor concentración, por lo que ayudan a prevenir la inflamación y la acidificación del cuerpo.
Son ricas en arginina. Junto con el zinc, estos aminoácidos son componentes indispensables para la fertilidad y la fabricación de espermatozoides, además de prevenir los problemas en la próstata.
Su alto contenido en piridoxina y niacina hace a las pepitas de calabaza un complemento ideal en el tratamiento de trastornos nerviosos, ayudan a controlar el sueño y el estrés.
Al igual que las semillas de girasol y la chía, las semillas de calabaza son una excelente fuente de omega 3 y omega 6, sustancias que ayudan regular el colesterol, disminuyen la artritis, previenen el cáncer de mama y aligeran los síntomas negativos del síndrome premenstrual.
Aportan gran cantidad de minerales. Una taza de estas semillas tiene el 16% del manganeso recomendado, 42% de magnesio, 44% de zinc y 12% de la dosis diaria recomendada de hierro. Esta concentración de minerales puede ayudar a prevenir Alzheimer, problemas cardiovasculares, diabetes, depresión y osteoporosis.
Como la quinoa, la semilla de calabaza es un macronutriente con gran cantidad de proteína vegetal. Se dice que dos puños de semillas tienen más proteína que un vaso de leche. (100 gramos de pepita aportan 30 g de proteína). Por si fuera poco, tienen la propiedad de proteger al hígado.
Son un remedio tradicional en todo el mundo. En la medicina china se utilizan para eliminar el exceso de mucosidad en el aparato respiratorio. Y en la medicina prehispánica las consumían para deshacerse de los parásitos intestinales. A partir de una variedad de calabaza austriaca de nombre estiria, se produce un aceite anitiinflamatorio que se obtiene de las semillas tostadas.
Lo que le da a las calabazas su color anaranjado o amarillo son los carotenoides y polifenoles, sustancias que tienen propiedades antioxidantes. Las semillas también tienen esas sustancias y en mucho mayor concentración, por lo que ayudan a prevenir la inflamación y la acidificación del cuerpo.
Son ricas en arginina. Junto con el zinc, estos aminoácidos son componentes indispensables para la fertilidad y la fabricación de espermatozoides, además de prevenir los problemas en la próstata.
Su alto contenido en piridoxina y niacina hace a las pepitas de calabaza un complemento ideal en el tratamiento de trastornos nerviosos, ayudan a controlar el sueño y el estrés.